quiero

un labio que no huye,
dos ojos más profundos
que el tercero,
tu fierro en mí
en estas eternas vacaciones
desnudos en negro

olores a calle
a las aceras de tu lengua
en mi espalda,
en mi cuello

la gelatina te está esperando
batiéndose
mientras recoge
algún pedacito imprudente
que quiso salirse de aquí

alguna lluvia que
devuelva los olores traviesos

quiero tu nariz
tu sangre
intoxicarme hasta que
inundes las tripas de
tu hermano

quiero la casa que me
habita la nuca
el baño que acaricia
mi espalda
mientras tu saliva
coquetea con la mía

tu mano espuma
desbordándose en mi arroyo
que se hunde en tu negro
en los colores que vemos
que son los que nos da la gana.

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