pausa somnolienta

Te acurruca la noche 
en tus brazos de arena móvil 
que atraviesa los campos, 
los mares, las sombras 
para llegar, para quedarte quizás 
o para venirte 
en la pelvis de mi selva. 

Lanzas puntos suspensivos
la nada, la pausa eterna
ambigua ordenada
de lo que no se dice pero se piensa
como tus labios cerrados
descansando en tu almohada. 

La tierra tiembla,
se quema en líquidos fluorescentes
en un pulseo de duchas
que abrasan tu ombligo
y me llevan, me esconden,
me enseñan lo que me roban
bajo la dama platinada,
secretaria de dios
y abogada del diablo. 

Te enroscas en sus pupilas
dilatadas de tanto callar,
de dolores cicatrizantes,
de amaneceres con brocha helada.

Pides silencio y lo guardas
bajo el rizo en tu nuca
con rabias congeladas
y puños de lucilias pasadas
que se pescan en un mar
para lanzarse por la borda.

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