Dos...


Eran las tres de la mañana en tu labio inferior. Los segundos tiritaban cuando apagaste el abanico. Cuando me mirabas con esa sonrisa en los párpados pesados de elefante dormido. 

Eran las 3 de la mañana en las pecas de tu espalda. Una por cada mordisco de la piel que me comí. La que me atraganté porque quería comerte entero. 

A esa hora pululaban los gatos, haciendo cosquillas en tus narices. Celebrando conmigo el hallazgo. 

Eran las tres de la mañana y hasta Ashley guiñaba un ojo con sabrosura preguntándose cuál será el truco. 

A las tres. A esa hora en que tu máquina se enciende. Eran las tres de la mañana y nadaba en ti. Tomaba del elixir de los despiertos. 

Me regalaste las tres de tu mañana. De un amanecer que retoma el rojo. 

Eran las tres en tu brazo izquierdo, en tu espalda curva, en tu pecho blanco, en el trayecto hacia tu centro. 

Eran las tres y ojala fueran las dos, para que nos reste una hora antes de dejarte caer entre las sábanas. 

Eran las tres enredadas en tu lengua. Salada, dulce, salada, amarga, salada de nuevo. Aunque nunca como chavito prieto.

Son las tres y me salvaste. Eran las tres y te redimiste. Son las tres y fuimos dos. Ya no tres ni cuatro. Fuimos dos en las tres de tu sonrisa. En las tres de tu mano brisa. En las tres veces que deseé quedarme flotando contigo.

Comments

elijah snow said…
wow. esto es precioso.

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