9 minutos...

"El próximo tren hacia Sagrado Corazón llegará en 9 minutos". Luego en inglés, y vuelve a empezar. Son los nueve minutos más largos del mundo. Pero, los más cortos para quienes, como yo, esperamos el día entero. Todo por verte.

En el mismo lugar. Como un rito. Te escabulles entre la gente. Miras el reloj, sacas tu celular y envías un mensaje de texto. Con suerte -para el receptor- te decides a llamar. He notado que tus conversaciones son cortas. Un saludo, un qué haces, en ocasiones un te llamo cuando salga. Nunca te toma más de dos minutos que le robas a los nueve que se tarda en llegar el tren. Cierras tu celular y te me acercas. Yo, siempre esperándote en el mismo lugar.

Primero, siento tu olor cítrico. El aliento a macho recién salido de la ducha. A pesar del calor, no te baja ni una gota de sudor. Llega más gente. Ya el letrero anuncia que "El próximo tren hacia Sagrado Corazón llegará en 6 minutos".

Entonces, siento el roce de tus nalgas. Las que saludan a diestra y siniestra, se estrujan contra mí. Se sienten suaves, como siempre, pero firmes. Las gozo como cada tarde.

Miras el reloj. Nuestro reloj que marca que "El próximo tren hacia Sagrado Corazón llegará en 4 minutos". Sé que piensas que los nueve minutos son cada vez más largos. Si supieras que no comparan con la eternidad de las horas que tengo que esperar para verte. Para disfrutar ese ratito que me regalas si saberlo.

Noto que te desesperas. Te pasas la mano para estirar tu camisa. El violeta te queda bien, y lo sabes. Resalta ese color chocolate amargo; tus ojos inocentes pero fogosos que también saludan. Aunque con capricho.

Cuando faltan tres minutos, me desespero. Porque después de ahí, se desbocan sin parar por la pantalla negra de letras rojas. Y te irás. Miras de nuevo tu teléfono celular. Seguramente con más amor que el que me tienes a mí, aunque con él no roces tus nalgas.

Los últimos dos minutos, los consumo mirando tu espalda. Imaginando cuántos cuerpos habrás cargado con esos brazos. Cuántas bocas habrán probado el cacao de tu lengua. Mientras, me conformo con un roce inconsciente de tu cuerpo sobre mí.

Yo, un sólido y frío banco de metal, que sabe a hielo y no se derrite en tu boca, que tiene que pasar los días contando de relojes de nueve minutos hasta volver a sentirte.

Se abre la puerta de atrás. La de siempre. Te subes sin mirar a nadie. Se cierra la puerta y te alejas.

"El próximo tren hacia Sagrado Corazón llegará en 9 minutos".

Comments

Popular Posts